sábado, 23 de enero de 2010

LOS RASGOS DE UN BUEN APRENDIZAJE

Por: judith ayala garcía



¿aprendizaje sin enseñanza?

Los procesos de aprendizaje están activos desde el momento en que nacemos e incluso, desde que nos encontramos en el vientre materno. Constantemente estamos adquiriendo conocimientos sin la necesidad de un diseño de actividades sociales programadas, es decir de enseñanza (aprendizaje explícito). La mayoría de los conocimientos que albergamos los obtuvimos sin estar realmente consientes de ello, es éste aprendizaje implícito el que nos facilita tener control y hasta cierto grado de predicción de nuestro entorno, influye en la forma en que interactuamos y definitivamente, en cómo y qué aprendemos. No se requiere acudir a la escuela para aprender a reconocer un aroma en particular, para saber aplaudir, protegerme de la lluvia o para alejarme de un perro que me ladra. Este aprendizaje implícito permite la posibilidad de crear teorías implícitas que en ciertos momentos de la enseñanza, crean en los aprendices, conflictos entre los aprendizajes previos y los nuevos.

¿Enseñanza sin aprendizaje?

Este binomio se rompe cuando a causa de múltiples factores tanto intrínsecos como extrínsecos a la escuela, a la propia aula, interfieren las relaciones entre maestros y aprendices. La falta de organización del aprendizaje, la falta de estrategias que cubran las necesidades de la nueva cultura de aprendizaje, la disponibilidad de los maestros para enseñar y de los alumnos a aprender, la vocación y preparación de los docentes, factores de índole personal, familiar, económico, etc. que repercuten en el rendimiento de nuestros alumnos son; entre muchas otras cosas las que por mala fortuna nos pueden llevar a la "enseñanza" sin aprendizaje.

Como profesores nos compete el preocuparnos porque nuestros alumnos aprendan y lo hagan de manera significativa, para lograrlo es indispensable que tomemos conciencia de ello y nos actualicemos en la práctica docente para tener los elementos pedagógicos que nos permitan llevar a nuestros alumnos más allá del aprendizaje momentáneo.

Los rasgos que definen un buen aprendizaje.

Básicamente, un buen aprendizaje debe producir un cambio verdadero, debe ser transferible a nuevas situaciones y debe ser consecuencia de la práctica realizada.

En primer término, el aprender requiere que se cambien las conductas y los conocimientos anteriores, en cierto sentido aprender implica desaprender; y desaprender requiere de técnicas de modificación conductual que le permitan al aprendiz asimilar los conocimientos nuevos, para que ulteriormente, pueda analizarlos y reestructurarlos en conjunción con los aprendizajes previos. Existen varias formas de desaprender: por desplazamiento o sustitución y, mediante los cambios basados en la reorganización o autocomplicación del sistema, de naturaleza evolutiva e irreversible.

Pozo menciona "si todo el aprendizaje es cambio, no todos los tipos de cambio, producen aprendizajes de la misma cantidad"; está comprobado que una persona manifiesta su aprendizaje reflejando cambios en diferentes ámbitos que van desde su propia conducta hasta la forma en que se relaciona con su entorno. Desde el enfoque constructivista asociar y construir nos genera cambios duraderos, aprendizaje significativo.

Los sistemas de evaluación, lejos de observarse como un proceso en que solamente se valora lo que el alumno aprendió, debe tomarse como herramienta que permite descubrir fenómenos que puedan estar afectando el proceso de enseñanza-aprendizaje. La evaluación no solamente debe ser en un sólo sentido, el maestro al ser evaluado tiene la oportunidad de cambiar conductas, métodos y otros sucesos a fin de mejorar en forma eficaz y eficiente su desempeño.

El buen aprendizaje debe dejarnos conocimientos que podamos transferir a otros contextos, ya que si no tenemos la capacidad de transferencia estaremos demostrando que lo que aprendimos es ineficaz.

Dentro del constructivismo, la práctica constituye uno de los rasgos del aprendizaje. El aprendizaje es siempre producto de la práctica. Es el tipo de práctica y no la cantidad lo que caracteriza al aprendizaje.

Práctica reflexiva

Se manifiestan dos tipos de práctica, uno lo constituye la práctica repetitiva donde se replica una misma actividad de aprendizaje continuamente, lo que produce escasos y limitados aprendizajes; el segundo tipo es el de la práctica reflexiva, la cual no es netamente una repetición ya que se fundamenta en bases teóricas que permiten comprender lo que se está haciendo, éste tipo de práctica favorece la obtención de aprendizajes más complejos y precisos.

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